martes, 14 de marzo de 2017

Las Niñas


Me acostumbré a sus miradas 
cuestionando cada paso con el que avanzaba. 
Tuve que hacerlo 
porque en algún momento 
dejé de pertenecerme a mí misma.

No recuerdo cuándo 
empecé a no ser.
No ser correcta.
No ser lo que se esperaba que fuera.
No ser lo suficientemente 
cuidadosa,
delicada, 
silenciosa,
pequeña.
Y solo por ser.
Por ser mujer.

Ya no recuerdo cuando me señalaron por primera vez.
Por no ser femenina.
Por querer llevar pantalones y zapatillas.
Por gritar, saltar y correr.
Ni las primeras tentativas de insulto,
ni los gritos de "machorra" con cada peldaño que subía por la escalera del colegio me pudieron detener.

Aprendí que las niñas no dicen palabrotas,
no eructan en público,
no guardan sus manos en los bolsillos,
sonríen siempre cuando las llaman bonitas,
aunque sea un señor que no conoce de nada 
amigo de su papá y que la mira raro.
Las niñas no se ensucian las manos jugando con el barro,
ni se tiran al suelo para observar de cerca los gusanos.
Las niñas no alzan la voz ni levantan la mano.
Las niñas.
Las niñas.
Las niñas ya se han cansado.

Las niñas gritan,
se despeinan el pelo,
se echan las rodillas abajo.
Las niñas protestan,
las niñas mastican con la boca abierta 
y llena de palabrotas tan feas que te harían llorar.
Las niñas ponen los pies con las botas puestas encima de la mesa,
y se las quitan para meterse en la cama con quien les de la gana.

Follan.
Cantan.
Dibujan.
Escriben.
Se reúnen.
Se emborrachan.
Se enamoran.
Entre ellas.
De ellas mismas.

Las niñas se hacen responsables de su propia vida.

Gritad, cuanto más alto mejor.
Cuanto más moleste mejor.
Porque estaréis recuperando lo que algún día nos quitaron.
Y no hace falta inventar excusas.
Sois,
somos
y ser nos hará libres.



miércoles, 22 de febrero de 2017

Las farolas encendidas
de madrudada
parecen estrellas que te marcan el camino;
y debo ser yo 
la que decida si quiero seguirlo o no.

Seguir un sendero marcado,
sin pérdidas,
sin misterios ni sorpresas.
Fácil.
Aburrido.
Predecible.
No me interesa.

Quiero inventarme por dónde caminar,
mucho tiempo siguiendo un trayecto-lineal-horizontal.
Ahora sé que puedo atravesar los bordes, los muros;
el camino estará allí donde lo imagino,
donde lo siento surgir.
Donde lo dibujo con cada paso
-decidido o dudoso-.
Si no sé dónde voy,
ni tengo destino 
puedo seguir cualquier dirección.

Ya no quiero caminar ni moverme 
únicamente hacia delante,
o hacia atrás,
porque he probado cómo se siente 
el caminar hacia arriba
y hacia abajo.
Y más importante aún,
hacia dentro.
Quiero perderme,
encontrarme,
buscarme allí donde ni estoy ni soy,
allí donde me creo,
y me crezco.
No quiero baldosas de prisas y numeradas,
quiero detenerme cuando lo necesite,
hablar con el viento,
bailar con el tiempo
y dar un giro 
si lo deseo.

No tengo camino,
porque siempre voy improvisando,
y así me quiero.

martes, 21 de febrero de 2017

Casualidad

Llamamos casualidad
a todo aquello que no supimos explicar
con teorías ni leyes universales.

Tú,
por ejemplo,
puestas a imaginar
podrías no haber estado allí,
o yo,
podría no haber ido.
Y quizá,
aunque el lugar hubiese sido el exacto,
podría no haberlo sido el tiempo.
Y no existiría un nosotras,
y yo dejaría de escribir.

Podríamos habernos cruzado,
y tú quizá ibas con tus prisas en el bolso,
abstraída en el futuro que nunca llega,
y yo tal vez iba sumergida en mi pequeña pantalla
(qué absurdo,
limitar nuestro mundo a unos escasos centímetros cuadrados,
esos que a veces sobran,
y otras no son suficiente)

Yo seguramente llegaba tarde,
como siempre,
y no te vi.
No nos vimos,
y nunca te fijaste en mí.
No pude aprender a interpretar mis sueños y las señales.

Tú decidiste quedatte en casa esa noche
y no nos conocimos en aquel bar
al que acabaría odiando.

Ni tú me llamaste,
ni yo te miré de repente;
Ni yo te grité,
ni tú te giraste entre toda esa gente
que transitaba la avenida abarrotada
en plena hora punta.

Pero entonces,
levanté la vista,
y allí estaban nuestras miradas aguantándose
las ganas,
la curiosidad,
las sacudidas.
Las coincidencias.

A veces creo en una fuerza superior
y no lo llamo religión,
son los caprichos de la naturaleza.
Hitos que se encadenan
anunciándose uno detrás del otro,
que te llevan casi a rastras hasta el lugar,
en el preciso minuto, momento, intervalo de tiempo,
y te da el valor para enfrentarlo.

Una puerta que se abre,
un abrazo,
o un portazo en la cara.

Y ahí estabas tú,
al otro lado
de esa puerta que yo nunca me atreví a cruzar.
Mi gran casualidad,
te llamo ahora
porque nunca te supe explicar
incluso usando todos los dedos
siguiendo tu contorno.

Entonces imagino,
si tú esa noche no hubieras estado aquí,
quizá decidieras quedarte viendo esa serie  que tanto te gusta
y que yo no soporto.
Quizá cenabas sopa mientras leías poesía
y te apartabas el pelo de la cara
con ese movimiento tan tímido.
Y yo podría no haber estado aquí sentada,
sino allí,
esperando al otro lado de la puerta.

No lo sabremos,

ojalá,

por casualidad,

haberme atrevido a llamar.

Y ojalá, tú,

haberte atrevido a abrirla.

Nos ahogan.
Nos venden y nos vendan
los ojos,
la boca
y los oídos.
Nos atan de pies y manos
y nos abandonan
en este laberinto de jaulas de hormigón
sin salida y sin retorno.
Nos echan a la mar
con las alas arrancadas,castradas
y sin otro salvavidas.

¿Cómo no íbamos a perder los pájaros
que nos anidaron la cabeza?
Con esas cárceles para la imaginación,
para el pensamiento,
se fueron volando lo más lejos posible
hasta que el aliento les aguantara con las fuerzas
en un intento de llevarnos tras ellos,
cansados de soportar tanto odio supurando.

Ya era lo último que podíamos perder
después de la esperanza
que se llevaron a tirones
y que todavía escuece
por debajo de esta piel rasgada
y que sabe amarga acumulándose
en la comisura de mis labios agrietados;
justo ahí donde se me quedó atrapado
el anhelo de sentirme libre.

Ahora somos como peones
a uno y a otro lado de la balanza
-o de esos muros que nos levantan-
nunca en equilibrio,
y la moneda
siempre cayendo de cara para unos,
y en un abismo junto a las olvidadas.

¿En qué momento nos conformamos
después de habernos creado soñadoras?
¿Cuándo bajamos los brazos
y nos hicieron agachar la cabeza agotada,
la misma que antes iluminaba y dio vida
a esos mundos sin límite en los que no cabían
sus armas de control absurdo y abusivo?

Su distopía acabó tiñiéndonos de gris opaco como sombras
sobre el lienzo blanco que teníamos por delante
sin enmarcar,
sin marcar territorio.
Y ahí están
esperándonos
detrás de la esquina,
acechando.

Ahora me da miedo tenerles miedo.
Sorprenderme caminando arrastrando los pies,
tirando de cadenas
intentando no tropezarme
con sus decretos poniéndome la zancadilla;
sus leyes decidiendo sobre mi cuerpo.

Nos ahogan en el silencio.
Nos venden.
Nos asesinan.
Y si nos quieren muertas,
bien muertas para que no hagamos ruido
y nos entierran en vida
seremos los brotes
las semillas que no se rindan.

martes, 24 de enero de 2017

domingo, 15 de enero de 2017

Hablar de ti


Hablar de ti
siempre fue hablar de precipicios.
De preciosos acantilados
con vistas a un amanecer dorado
alrededor de tu lunar polar. 
Un juego de contrastes,
Luz oscuridad;
Sudor hielo;
Un juego de lengua y piel;
De tinta lloviendo sobre papel. 

Pensar en ti
siempre fue como refugiarme.
Llegar a esa casa
donde una vez aprendí
una lección importante.
Una zona de confort
adaptada a mi desastre natural.

Hablar de ti,
siempre fue necesario.
Hacerte poesía,
para que me acompañases la rima,
la risa
y no sólo el trayecto y el desorden.
Verte convertida en palabras,
por no querer verte reducida a la nada.
Y es que no podría dejarte desvanecer
después de haber ocupado tanto espacio.
Ahora ocupas un lugar privilegiado.

Llegaste.
Entraste.
Y te quedaste
sin la necesidad de pedir permiso.
Y sin pedir permiso
me permito el lujo
de seguir abrazándote la pena,
De hacerle cosquillas a tu risa,
de versarte
desde lo más puro de mi esencia. 

Y ahora sé,
que la mejor decisión fue
aprender a bailar con mi sombra
en señal de protesta
para que el olvido no te arrastrase.

Voy a llevarte,
y a traerte de vuelta.
Vas a quedarte,
como aquello que eres, amor.
Mi casualidad más transgresora,
mi batalla y mi tregua.

Tranquila,
la poesía no te olvida,
               y yo ni me lo planteo.

martes, 3 de enero de 2017

Me cansé de la poesía...

Me cansé de la poesía.
Y es que aprendí que el papel secante
también corta por el filo,
que la tinta mancha las manos,
y que escribirte es como gritar en el vacío.

Me cansé de la pena,
de tiritar al no sentirte,
de esconderme detrás de una sonrisa,
de lamerme las cicatrices
sólo porque sabían a ti.

Te esperé, 
como quien espera una buena noticia,
una estrella fugaz una noche de verano,
como esa madre que espera a su hija 
regresar a casa los domingos.

Te esperé, porque eras ese sueño por cumplir.
Promesas.
Eras ganas de llegar no importaba a dónde,
y esas ganas de perderse de camino.

Mi sastre de sonrisas,
mi desastre,
Mi caos más conmovedor.
El olvido que siempre olvidas.
Las ganas de querer huir a veces.

Te perdiste sin mí,
y yo me quedé en este dualismo,
intentando lanzarle piedras a la luna
para que me acompañase en la pena.

Desde que te fuiste,
hay un vacío legal dentro de mis fronteras,
un paraíso fiscal en el que puedo esconderme
y reencontrarme con esa parte de ti con la que me quedé,
con todas esas noches sin rumbo fijo.

Me cansé de escucharme
siempre hablando de lo mismo.
De encontrar mil motivos
para seguirte allí dónde fueras,
después de haberme dicho novecientas noventa y nueve razones
para volar en dirección opuesta.

Me cansé de las noches que saben a salado.
Me cansé de la poesía,
porque siempre te hace volver.

Pero sé que la mejor forma de matar a todos mis monstruos
es invitándoles a pasar la noche conmigo.
Que es cierto eso que dicen de que a los amigos hay que tenerlos cerca,
y a los enemigos más aún.

Y que aprenderé a bailar con este odio
con el que intento convencerme
de que me he curado de todo lo que me llevó a ti.

Aprenderé a bailar bajo el Apocalipsis,
a cuidarme yo sola,
siempre se me dio bien.

Me confesaré con Benedetti
y caminaré con Machado haciendo el camino.

Prometo pensarte los días impares.
Hasta ganarte.